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En la última planta de un edificio en Zaragoza, un palomar de miedo emocionó al estudio A54insitu. Su estado era digno de película de terror: techos inclinados y en mal estado, muros agrietados, ventanas que tocaban el suelo y ningún tipo de organización. ¿Quién podría imaginarse que esta buhardilla vieja y de forma extraña podía convertirse en una vivienda cómoda y moderna? Ellos pudieron y el resultado habla por sí mismo. Lo descubrimos en este antes y después con sede en España.
Aunque ahora no son comunes, en la arquitectura tradicional los palomares ocupaban la última planta de muchos edificios llevando a cabo diferentes funciones, aunque no la de vivienda. La peculiar forma de sus techos inclinados presentaba muchas limitaciones a la hora de iluminar correctamente o sacar el máximo provecho a toda la superficie. Desde luego, el proyecto suponía todo un reto: ¿cómo podíamos convertir este espacio en una vivienda funcional y equipada, donde ningún metro cuadrado quedará en balde?
No solo la geometría del espacio era un handicap, su estado y mantenimiento también dejaba bastante que desear. La estructura soporte del techo, de madera, se encontraba en una pésima situación, así como la cubierta, los muros o el suelo. Desconchados, grietas, humedades: antes de comenzar a diseñar un hogar era necesario hacer de este espacio un lugar habitable y funcional.
Tras la intervención, el espacio parecía un lugar completamente distinto. La estancia que veíamos en las anteriores imágenes se ha transformado en esta otra: la zona de día de la vivienda. Muros y techo se pintaron de blanco, en contraste con la estructura de madera que ahora luce un acabado natural. No se modificaron las ventanas, pero se mejoró el diseño para que entrara la mayor cantidad de luz natural posible. El suelo ahora es de madera, aportando un toque de calidez al paisaje interior. Como podemos observar, también se incoporaron instalaciones para aclimatar la vivienda, una chimenea y un sistema de calefacción por radiadores, ya que su posición en última planta le expone a peores temperaturas.
Teniendo en cuenta la limitada libertad que ofrecen las buhardillas a la hora de ser diseñadas, se organizó el interior con un planteamiento abierto tipo loft, donde los espacios estuvieran comunicados y abiertos los unos a los otros. De esta manera, se podía prescindir de compartimentar con el método tradicional de tabiques y puertas, y utilizar el ingenio para buscar la privacidad necesaria de cada unos diferentes usos. La cocina se abre al salón, pero también se separa de él mediante una isla que hace las veces de mesa informal de comedor. Está lacada en blanco brillante y aunque no es grande, es completa, funcional y cómoda de usar.
A la izquierda de la imagen se asoma el dormitorio, al que nos asomamos a continuación.
El dormitorio, lleno de luz gracias a las ventanas en fachada y techo, se separa del salón, cocina y comedor a través de una pieza de obra de baja altura donde se integra el armario. No es necesario abrir ninguna puerta para acceder a él, sin embargo, la estratégica posición de la cama evita miradas indiscretas de fuera a dentro.
Con acceso directo desde la habitación, el cuarto de baño se extiende en longitudinal justo detrás de la cocina. Está dividido en dos zonas, una primera vinculada a la zona de lavabo con la lavadora, y otra donde se encuentra el inodoro y la zona de ducha.
Entre ambas zonas una ventana de vidrio translúcido introduce luz natural en el interior de este espacio desde la cocina. Para sacarle el máximo partido a esta estancia longitudinal, se coloca una ducha que ocupa todo el ancho, optimizando el espacio y creando un lugar cómodo para la higiene personal.
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